Hay que intentar ser glamuroso hasta en el ahínco
Mamá viajaba cada semana o bien cada quince días a ver a Ana. Se quedaba en la casa de la tía a dormir el sábado y se iba de nuevo el domingo a la otra urbe a trabajar. Siempre y en todo momento con la promesa de que las cosas cambiarían, de que adquiriría una casa y lograrían vivir juntas. Sigue leyendo